La miel es un alimento natural producido por las abejas, que ha sido utilizado por la humanidad durante siglos. Sin embargo, en los últimos años se ha producido un aumento del fraude alimentario en la industria de la miel. La legislación de la UE tiene por objeto preservar la pureza de la miel en cuanto producto agrícola bruto sin transformar, con exclusión de las modificaciones de su composición química. El anexo 1, punto 1, de la Directiva 2001/110/CE del Consejo la define como: «la sustancia natural dulce producida por la abeja Apis mellifera a partir del néctar de plantas o de secreciones de partes vivas de plantas o de excreciones de insectos chupadores presentes en las partes vivas de plantas, que las abejas recolectan, transforman combinándolas con sustancias específicas propias, depositan, deshidratan, almacenan y dejan en colmenas para que madure».
La miel es la sustancia natural que no debe contener ningún ingrediente agregado (azúcar, aditivos alimentarios, aromas, etc.). Desgraciadamente, en muchos casos la miel es adulterada con productos como la caña de azúcar, jarabe de maíz, azúcar o agua. Se utilizan jarabes de azúcar baratos para aumentar el volumen de la miel. La declaración del origen botánico u otros atributos también está sujeta a prácticas fraudulentas destinadas a modificar la percepción del consumidor respecto de la calidad y el valor de la miel. La miel fabricada en zonas geográficas determinadas y según procesos de fabricación específicos puede venderse como un producto de calidad con características específicas (denominación de origen protegida o DOP, indicación geográfica protegida o IGP). Dado que las mieles DOP/IGP se venden a precios más elevados, resulta tentador declarar erróneamente el origen de la miel ordinaria para aumentar los beneficios. La declaración del origen geográfico también puede falsificarse para eludir las normas arancelarias. Asimismo, existen prácticas fraudulentas relacionadas con la composición o el etiquetado, como el hecho atribuir de forma ilegal la denominación «miel» a un producto compuesto total o parcialmente de un producto de calidad inferior, como la «miel para uso industrial».
El aumento de la demanda de edulcorantes naturales por parte de los consumidores conduce a un mercado en el que los precios mundiales de la miel alcanzan los niveles más altos en años. La demanda de miel del mercado de la UE es superior a la producción nacional y se importan cantidades considerables de miel. Su precio de mercado varía considerablemente en función de aspectos de calidad que no siempre pueden verse o medirse sin realizar un análisis exhaustivo. Esta situación genera oportunidades para adoptar prácticas engañosas destinadas a aumentar indebidamente los beneficios económicos o financieros. La diferencia de precio entre la miel auténtica y los jarabes de azúcar y la dificultad para detectar la adulteración de miel con jarabe ofrecen oportunidades tentadoras de fraude a los operadores deshonestos.
En Europa, la regulación de la miel se lleva a cabo a través de la Directiva 2001/110/CE, que establece los requisitos de calidad y etiquetado que deben cumplir los productos que se comercializan bajo la denominación de miel. Esta directiva establece que debe ser pura y no debe contener ningún ingrediente añadido, y debe cumplir con los estándares de calidad establecidos por la Unión Europea. Además, la directiva establece que la miel debe ser etiquetada con información clara y precisa sobre su origen y contenido, incluyendo la cantidad de azúcares, la humedad y la presencia de otros ingredientes, como el jarabe de maíz. Los apicultores también están obligados a cumplir con los estándares de higiene y seguridad alimentaria para garantizar que su producto no contenga sustancias peligrosas para la salud humana.
El mercado de la UE depende de las importaciones de miel de terceros países (Ucrania, China, México, Argentina, Cuba, Brasil, Uruguay y Turquía cubren más del 90% de estas importaciones), con Alemania, Polonia, Bélgica y España como destinos principales. Según un informe emitido por la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) y el Centro de Investigación Conjunta de la UE, se estima que el 46% de la miel importada a la Unión Europea (UE) ha sido alterada mediante la adición de agua o jarabes de azúcar artificial, con el fin de aumentar su volumen. Esta proporción se incrementa al 74% para las importaciones de China, al 93% para las de Turquía y alcanza el 100% para las de Reino Unido. La investigación se basó en el análisis de 320 muestras, de las cuales el 46% mostraron indicios de no cumplir con la Directiva de la Miel. La mayor parte de la miel importada se utiliza en mezclas y se comercializa al por menor bajo marcas comerciales, dando lugar a que alrededor del 80% de las mieles que se venden al por menor en realidad sean mezclas. Ante esta situación, el pasado 12 de febrero de 2024 se alcanzó un acuerdo del Consejo y el Parlamento Europeo con el objetivo de incluir a la miel entre los productos a proteger de la Unión Europea. Según este acuerdo, las etiquetas de la miel deberán hacer constar los países de origen, en orden decreciente en función del peso, así como el porcentaje que cada país representa en la mezcla, en beneficio de la transparencia para el consumidor. Pero aunque la Ley obliga a poner la procedencia de la miel en su etiquetado de manera detallada, no es obligatorio poner el porcentaje de miel que procede de cada país. Da igual que una miel contenga un 1% de miel española y un 99% de miel importada o que, por el contrario, sea un 99% española y un 1% importada, ante los ojos del consumidor el etiquetado es el mismo.
Truco para saber si la miel es pura: Vierte una cucharada de miel en un recipiente y añade un poco de agua. Mueve el recipiente de manera circular y verás cómo va apareciendo el dibujo de unas celdas como las del panal. Este fenómeno ocurre porque la estructura molecular del agua capta la información del otro elemento con el que entra en contacto, en este caso de la miel pura y lo expresa con formas geométricas.
