Las enfermedades reumáticas son enfermedades que afectan a la estructura que soporta el cuerpo y sus órganos internos, es decir, al tejido conectivo. Dentro de las mismas se encuentran las llamadas enfermedades reumáticas autoinmunes sistémicas (ERAS), que se caracterizan por la producción de anticuerpos y la destrucción de tejidos por el propio sistema inmune del individuo. La artritis reumatoide (AR) está dentro de las ERAS más prevalentes junto al lupus eritematoso sistémico (LES), espondilitis anquilosante (EA) y artritis psoriásica (AP).
La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad inflamatoria crónica de origen autoinmune que afecta a las articulaciones. Sus síntomas más frecuentes son dolor crónico, rigidez, sensibilidad, calor e hinchazón articular. La afectación más frecuente es la de las articulaciones de las manos, las muñecas, los pies, los tobillos, las rodillas, los hombros y los codos, dañando el hueso y el cartílago. Si no se trata, puede causar graves problemas al sistema inmunitario, corazón, pulmones, ojos, riñones y sistema nervioso.
La patogenia de la AR, parcialmente desconocida, se ha relacionado con la exposición repetida a factores ambientales como la contaminación atmosférica, factores genéticos o de riesgo como el tabaco o la obesidad, eventos infecciosos y a la citrulinación de proteínas, asociada a una predisposición genética a desarrollar una respuesta inmune. Recientes estudios manifiestan que existe una relación positiva entre el estado nutricional del paciente y la actividad clínica de la enfermedad. Por ejemplo, una dieta rica en ácidos grasos omega-3, como la mediterránea, tiene un papel protector frente a la AR. Asimismo, altas dosis de café (más de 10 tazas al día) aumentan el riesgo de padecerla.
Los objetivos nutricionales en esta patología son frenar la pérdida de masa ósea, favorecer la recuperación de fracturas óseas y mejorar los trastornos inflamatorios asociados al hueso y a las articulaciones. En general, se recomiendan dietas bajas en grasas saturadas, ricas en grasas poliinsaturadas (omega 3 y omega 6), en hidratos de carbono complejos y fibra. En pacientes con AR, el propio proceso inflamatorio incrementa las necesidades de proteínas, por lo que se recomiendan dietas ligeramente hiperproteicas, con adecuado aporte de energía y elevada densidad de nutrientes, sobre todo durante la exacerbación de la enfermedad.
Los posibles beneficios adicionales de la terapia dietética descritos en la literatura científica destacan la disminución de la sintomatología asociada a la enfermedad con la modificación de la flora intestinal, la reducción de la permeabilidad de las mucosas intestinales a las bacterias y otros antígenos y la eliminación de los posibles alimentos dañinos. La flora intestinal de los pacientes con AR tiene una alta frecuencia de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado. Los cambios en la flora fecal causada por una dieta vegetariana o vegana en algunos pacientes con AR se asocian con una mejoría en las medidas de actividad de la enfermedad. Además, se ha descrito un aumento de la permeabilidad intestinal, como resultado de la inflamación del intestino que existe en hasta el 67% de los pacientes con AR, posiblemente agravada por el tratamiento con antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y con los fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad, lo que puede permitir el paso de bacterias luminales y polipéptidos. Estos pueden ser absorbidos en cantidades suficientes para producir respuestas inmunológicas que conducen a la expresión manifiesta de AR.
Los alimentos con muchas especias, granos de cereal, lectinas (legumbres / cereales), café fuerte, té y el alcohol puede aumentar la permeabilidad intestinal. Evitar estos elementos puede reducir la permeabilidad gastrointestinal, lo que reduce los síntomas de la enfermedad.
Pese a que es importante evitar el sobrepeso, ya que la sobrecarga las articulaciones de sostén (rodilla, tobillos y caderas) puede agravar la patología articular, en la artritis reumatoide el proceso inflamatorio implica un aumento de las necesidades proteico-calóricas del paciente. En personas con artritis reumatoide se detectan, con frecuencia, situaciones de malnutrición y bajo peso que comprometen su salud, siendo recomendables dietas con adecuado aporte de energía y elevada densidad en nutrientes. En estos pacientes destaca la disminución en la cantidad de masa magra corporal por la respuesta sistémica derivada de la inflamación, debido al aumento en gasto energético y al incremento en el catabolismo de proteínas estructurales por efecto de citocinas inflamatorias como lo son interleucina-1, interleucina-6 y factor de necrosis tumoral, con la consecuente depleción de músculo, tejido visceral e inmune. Todo ello se engloba bajo el término de caquexia reumatoide, la cual se traduce en disminución en la fuerza muscular, disminución a la tolerancia al ejercicio y detrimento de la funcionalidad.
Algunos estudios sugieren que la ingesta de micronutrientes antioxidantes, particularmente ciertos beta-criptoxantina y suplementos de zinc y, posiblemente, las dietas ricas en frutas y verduras crucíferas (brócoli, coliflor, kale, nabos, etc.) pueden tener un efecto protector contra el desarrollo de la artritis reumatoide. Una adecuada ingesta de calcio contribuye a la formación de una masa ósea óptima en el adulto, para evitar en cierta medida la osteoporosis y reducir el riesgo de fracturas. Junto a un alto aporte de calcio es necesaria la realización de ejercicio físico aeróbico y evitar factores de riesgo como el consumo de alcohol, tabaco y el exceso de sodio.
El consumo elevado de sodio, alcohol y cafeína podría dar lugar a un aumento de excreción urinaria de calcio que podría contribuir a acelerar la pérdida de masa ósea. Asimismo, la ingesta excesiva de fibra podría disminuir la absorción intestinal de calcio, pudiendo relacionarse con la presencia de ácido fítico en el salvado y cubierta de legumbres y cereales. El ácido oxálico presente en las verduras y hortalizas de la familia de las crucíferas (espinacas, coles, alcachofas, etc.) podría interferir en la absorción del calcio. Por lo que no deben coincidir las tomas de alimentos ricos en calcio con aquellos ricos en fitatos u oxalatos.
La suplementación con calcio es efectiva en aquellos individuos con ingesta baja de calcio y en la población mayor de 50 años, al aumentar su déficit debido a la reducción de la absorción intestinal que se produce con la edad como consecuencia de una producción limitada (hasta el 50%) de calcitriol. Por otro lado, los niveles de vitamina D dependen de su síntesis cutánea y, en menor medida, de la ingesta. Para tener un buen estado de vitamina D se recomienda la exposición solar de cara, escote y antebrazos durante diez o quince minutos diarios.
En la artritis reumatoide, el contenido de ácidos grasos poliinsaturados en la dieta podría tener un efecto favorable sobre el proceso inflamatorio. La suplementación con aceite de pescado rico en ácidos grasos poliinsaturados omega-3, reduce la rigidez articular a corto plazo y disminuye el número de articulaciones doloridas e inflamadas en suplementaciones a largo plazo. Además, la suplementación con ácidos grasos omega-3 explica la reducción del riesgo cardiovascular por sus efectos sobre la presión arterial, la dislipemia, la trombosis y la inflamación.
En conclusión, una dieta equilibrada rica en frutas, vegetales, con proteínas de alto valor biológico, el consumo moderado de cierto tipo de grasas (aceite de oliva y ácidos grasos omega 3) y el control de peso, podrían ser beneficiosos en la evolución de las enfermedades reumáticas.
